viernes, 7 de noviembre de 2025

La bolsa va de holdear (4)

¿Warren Buffett es optimista porque es rico, o se ha hecho rico porque es optimista?


Lo tengo clarísimo:  se hizo rico porque es un eterno optimista.

Cuando invertimos en bolsa con cabeza, horizonte y análisis, hacemos algo que muchos no entienden: nos convertimos en empresarios. No estamos comprando cifras en una pantalla, sino trozos de negocios reales. Negocios que producen beneficios, que reparten dividendos y que, con tiempo y paciencia, multiplican el capital si hemos pagado un precio sensato.

Y hay una realidad que incomoda a muchos: no existe ni un solo empresario que haya construido riqueza duradera desde el miedo o desde el pesimismo. Ninguno.

Yo lo admito: he pecado de pesimista. No por falta de ambición, sino porque en España nos educan así. Se castiga el error, se ridiculiza al que emprende, y los periódicos y televisiones se alimentan del miedo diario: crisis, recesiones, desplomes, guerras, titulares apocalípticos. Después de años tragando ese discurso, es normal creer que invertir es una locura.

Pero el pesimismo no protege, paraliza.
La gente que construye patrimonio no es la que se esconde, sino la que analiza, conoce los negocios, entiende el riesgo y aun así actúa. El optimismo racional no es fe; es convicción basada en datos. Y sin esa convicción, nadie habría levantado una empresa ni invertido un euro en nada.

Buffett lo ha demostrado toda su vida: cuando el ruido es máximo, compra; cuando todos tiemblan, él piensa a diez años vista. Y eso solo lo puede hacer alguien que confía en el futuro.

Buffett tiene algo que la mayoría no: un cerebro diseñado para mantener la calma. No se acelera con las subidas ni se hunde con las caídas. Su seguridad viene de entender lo que compra. Cuando sabe cómo gana dinero un negocio, el ruido del mercado deja de importar. Esa estabilidad mental es su mayor ventaja.

Y no es solo Buffett. Todos los inversores de éxito funcionan igual. Tienen una mente fría, paciente y optimista. Saben que habrá crisis, sustos y titulares apocalípticos, pero no se dejan arrastrar. Mientras la mayoría entra en pánico, ellos actúan con convicción.

Porque para ganar en la bolsa hace falta algo más importante que capital: una cabeza que no se rompa cuando los demás pierden la suya.

Y pase lo que pase, recuerda: seguramente llegará un nuevo crash… y no pasará nada.

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